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“DON LUIS DE TRELLES Y NOGUEROL, UN PERIODISTA DEL SIGLO XIX”

Publicado 02/07/11 y 15/06/15

CONFERENCIA DE D. FERNANDO ÓNEGA LÓPEZ

“DON LUIS DE TRELLES Y NOGUEROL, UN PERIODISTA DEL SIGLO XIX”


SESIÓN ACADÉMICA CONMEMORATIVA DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE D. LUIS DE TRELLES (NOVIEMBRE DE 1990) MADRID, 23/11/90


Señoras y señores, buenas tardes, y gracias por el honor de convocarme a este acto de homenaje a la admirable figura de D. Luis de Trelles. Para acercarnos a la labor periodística de D. Luis de Trelles, creo que tenemos que prescindir de todas las convenciones de hoy.

Tenemos que hacer el esfuerzo mental, obligado por otra parte ante cualquier figura histórica, de situarnos en la sociedad del siglo XIX, con todas sus luchas políticas; con toda su búsqueda de una salida espiritual a la crisis del siglo; y con todo el ambiente de una sociedad quebrada.

Ante D. Luis de Trelles, como ante cualquier espíritu inquieto de la época, no podemos imaginarnos al periodista que hizo de esa profesión un modo de vida, sino al hombre que usa el periodismo como vehículo de comunicación de sus convicciones. D. Luis de Trelles no era un obrero de la información, para
entendernos. Era un apóstol. Fue, por tanto, un periodista, un comunicador, en parecida medida -salvando todas las distancias que queramos- en que lo pudieron ser los predicadores del Evangelio.

En otros ámbitos, usó el periodismo de forma instrumental o complementaria al resto de sus actividades. Llegó al contacto con la letra impresa de una forma curiosa y creo que irrepetible: después de ganarle una dura batalla política por el escaño en las Cortes por el distrito de Viveiro -- "en porfiada lucha" se dice en el Espasa-- al periodista también vivariense Manuel Cociña, renunció a su acta
en favor del derrotado y, según revela el "Espasa", "en prenda de sincera reconciliación con su adversario, se allanó a figurar como colaborador del periódico "El Oriente", que dirigía Cocina". En "El Oriente" ha sido colaborador y redactor, con todas las funciones propias de este último trabajo. Pero hizo también una labor de articulista, desde la que defendió sus criterios políticos. Cuando Cociña, director y propietario del periódico, fue encarcelado en 1.854, Trelles continuó como redactor y director único de la publicación
durante tres meses, hasta que el periódico se cerró.

Eran mediados del siglo. Por esas fechas aparecen en La Coruña varias
publicaciones jurídicas especializadas al calor de la Audiencia, que tienen su sede en esa ciudad. Estas publicaciones son "La revista periódica y administrativa de Galicia","El Eco de la Revista", y "El Boletín Judicial de Galicia". En todas ellas figura D. Luis de Trelles o bien como colaborador, o bien como redactor. Y en todas destaca como una de sus primeras firmas. En la "Historia de la Cultura Gallega" se resalta que la organización interna de estas publicaciones era ya el resultado de una planificación moderna. En ellas, D. Luis depositó una parte de su prestigio como jurista. Sus colecciones constituyen un material de gran valor histórico para los estudiosos del Derecho y para los curiosos investigadores de la prensa especializada.

¿Qué hace ahí D. Luis? En lo que aparece publicado, bien con su nombre
completo o con iniciales, lleva el peso y la responsabilidad de la gran explicación
jurídica. Usa un lenguaje directo, como él mismo se preocupa de apuntar en el estudio sobre un artículo del Código Penal, que empieza así: "Sin títulos, sin pretensiones y sin preámbulos, (...) manifestaremos el resultado de nuestra meditación". No hay más concesiones a la literatura, ni al exordio, ni, por supuesto, a las vaguedades. Es la aproximación desnuda al tema que le ocupa.
Pero sus análisis de normas concretas no se reducen al frío rigor científico.

Sus trabajos en la "Revista Jurídica y Administrativa" nos aproximan a su talante:
"Nuestro estudio, dice, no tiende a otra cosa que a la investigación de la verdad, piedra filosofal de la ciencia humana". Nos aproximan a la realidad de la época: "La fecundidad legislativa que venimos atravesando, escribe en otro momento, no tiene ejemplo en la historia". Y contiene, por último, lo que podría ser un principio profesional para quienes nos dedicamos al periodismo de opinión:
"El juicio del hombre es el más aventurado de los juicios

Y no sé si calificar como periodista o historiador a D. Luis de Trelles por
sus trabajos en "El Faro Nacional". Lo cierto es que en el "Faro" se publican veintisiete artículos suyos sobre los foros de Galicia, que también constituyen un material imprescindible para estudiar y conocer el derecho foral gallego.
El segundo aspecto de lo que yo llamaría la militancia periodística de D.
Luis de Trelles, lo encontramos ya, y muy claramente, en su faceta política, que fue ciertamente apasionada, aunque con fronteras muy tenues, por no decir invisibles con sus convicciones religiosas. Fue presidente de la Junta de Prensa carlista --algo así como portavoz del partido, diríamos hoy-- y redactor principal, según se nos recuerda en la "Biblioteca Popular Carlista", en el periódico "Regeneración", en "Esperanza" y en "El Pensamiento Español", que se autodefinía como "diario católico, apostólico romano".

De cuanto nos ha legado la letra impresa, debo destacar que esas publicaciones eran básicamente obra suya, pues no en vano se ha escrito de D. Luis de
Trelles que poseía una enorme capacidad de trabajo. Pero, para aproximarnos a su pensamiento, es preciso leer los discursos y manifiestos que, con su firma, aparecían en la primera plana de "El Pensamiento Español". Fueron, en algunos casos, discursos pronunciados en defensa de carlistas en procesos políticos, tales como el seguido por la "conspiración de Sigüenza". En otros, manifiestos ideológicos o electorales.

En ambos destaca la lucidez de su pluma, la habilidad dialéctica, y la facilidad discursiva. Y, dentro de todo ello, el inevitable toque irónico, galaico, que
seguramente desorientaba a sus lectores adversarios. Creo que no sonará a piropo simple la afirmación de que, un siglo después, no es fácil encontrar hombres con esas cualidades. Y créanme que, como gallego, y también de Lugo, y hombre que debo transformar en voz lo que escribo, D. Luis de Trelles es un buen maestro de eficacia comunicadora. Sin conocer el timbre de su voz, creo que hoy sería un magnífico comentarista de radio, por no decir un magnífico miembro de una de esas tertulias que tanto proliferan. Pero no había radio, desgraciadamente, en su tiempo. El poder de la palabra estaba en la prensa escrita.

Para D. Luis de Trelles hubo mucho de tormento en el ejercicio de ese
poder. Mucho de satisfacción, sin duda; pero mucho de tormento. Yo quiero señalar solamente su manifiesto liberal del 54, que fue utilizado contra él por sus adversarios para calificarle de contradictorio en sus sentimientos religiosos. Dolido, pero con una gran entereza de ánimo, Trelles, once años después, se retractó públicamente y retiró todo lo que pudiera entenderse como contradictorio a sus ideas religiosas, "aunque no recordaba nada que tuviese que retirar". Gran gesto, en todo caso. Es también una muestra de honestidad del hombre que comunica.

Y la prensa escrita utilizó para difundir sus creencias religiosas; es decir
para ejercer su apostolado. Sufragada por él mismo, como acaba de señalar D. Antonio Troncoso, "La Lámpara del Santuario" ha sido su gran esfuerzo, su gran medio de comunicación, su gran púlpito seglar, a lo largo de los últimos veinte años de su vida, y su gran legado. El doctor en Teología D. Salvador Muñoz Iglesias ha hecho un extraordinario estudio de esta revista.

Habiendo leído este estudio del doctor Muñoz, todavía no publicado, yo no
me atrevería a salir del marco de los perfiles que dibuja. Otra vez nos encontramos con la enorme capacidad de trabajo de D. Luis. Señala D. Salvador Muñoz que, de las 10.280 páginas publicadas, "acaso las dos terceras partes eran, de una u otra forma, obra suya".

Obra, por cierto, sin firmar. Un extraño pudor, o modestia difícilmente compatible con quién se había dedicado al foro y a la política, le hizo apartar su nombre de tan amplia producción.

En "La Lámpara del Santuario" se dan cita varias cualidades de D. Luis de
Trelles: el espíritu del informador que había sido, y que le lleva a hacer un completo noticiario de la vida eucarística de su tiempo; el creyente que hace auténticas oraciones en muchos de sus textos; el militante católico, si se me permite la expresión, comprometido con su idea; el hombre de opinión que reflexiona sobre la fe, sobre los Misterios, sobre documentos pontificios, o sobre los salmos. De tan variadas facetas, tan extensamente demostradas, y de tan probada calidad, este cronista obtiene una sola conclusión: D. Luis de Trelles y Noguerol ha sido, tanto como político, y tanto como hombre de derecho, un periodista. Le podemos poner, le debemos poner, el adjetivo de católico, el de religioso, que él también se pondría a sí mismo. Pero yo le debo rendir homenaje como comunicador de compromiso. Y, en ese aspecto, tuvo lo más apreciable en el comunicador: fidelidad a sus convicciones, e independencia para transmitirlas. Rabiosa independencia.

Hay una frase suya muy ilustrativa, de lo que era su destino vital: "Si un
día, dijo, me pierdo en el mar de la política, el ideal religioso será mi salvación". Y lo fue. Para mí, sin embargo, y desde mi oficio, lo notable es la forma en que se propuso alcanzar ese ideal religioso: difundiéndolo, que es la tarea propia del periodista. No fue la suya una actitud pasiva. Hizo con su fe lo mismo que había hecho con su convicción política: extenderla a través de la pluma y de la letra impresa.

Como periodista, defendió varias causas. En las políticas cambió. Pero
a ninguna se dedicó tanto como a la causa religiosa. Por eso: porque era su salvación. Y le fue fiel hasta la muerte. Hoy pensaba en él, cuando leía el documento de los obispos sobre la moralidad pública; ese documento que va a ser castigado con dureza por la opinión pública y los poderes políticos. Y pensaba en él, porque la Iglesia no tiene defensores ni difusores de sus principios con la lealtad de conciencia y la valentía que D. Luis supo demostrar. Parafraseando el título de aquella novela, yo diría que uno de los dramas católicos de hoy es que la Iglesia, la fe, no tiene quien le escriba. No tiene un
Luis de Trelles.

Fernando Ónega López.
Madrid, 23 de Noviembre de 1990

 

 

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