Pregon 1951 Imprimir

Viñetas de la Semana Santa viveriense  
  
Por Victorino Cobas Garcia - C. de la Real Academia Gallega  
La devoción de los pueblos lleva siempre pegada en su corazón su modo de ser y de  pensar: el alma popular. Por eso cada región siente a su manera, y reza con su lenguaje, ex­presión viva de su espíritu.

Las fiestas navideñas de América no tienen el arrebujo hogareño de nuestra Nochebuena: el escenario es distinto, nuestra tradición mas añeja, y la devoción mas profunda.

España es un mosáico que va­lora de muy diversa manera el misterio de la Pasión. Desde los autos de Lucas Fernández hasta las saetas andaluzas hay mas distancia que entre una Semana Santa de Castilla a las representaciones de Obermengain. Ahora bien; yo no sé porqué faltan en nuestro Norte las buenas soleras de Semana Santa: Castilla, Levante y Andalucía se han levantado con la exclusiva. Frente a ellas hay una Semana Mayor, auténtica, con sello personal y enmarcada en la región gallega: la del pueblecito de Vivero

Vivero lleva su verdadera devoción en los días de su Semana Santa. Su seriedad característica no le permite el jolgorio de los desfiles procesionales de la Andalucía bulliciosa. Vivero se recoge en la penumbra y en el silencio, para meditar. El Domingo de Ramos pudiera decirse que es la última campanilla de plata que recoge la alegría pueblerina en la procesión infantil y triunfal que sale de la parroquial de Santiago. La tarde es ya cárdena y amoratada, por la mirada del EcceHomo que pasea la    estrechez de las calles pinas y empedradas


   
El alma de Vivero,   delicada y sentimental, se vierte penitente en el magno Víacrucis del Miércoles Santo. Y solo un grito de penitencia resuena en la noche silenciosa y precursora de la grandiosidad del Jueves Eucarístico.Pero no son las imágenes, ni los desfiles procesionales los que hacen interesante la Semana Mayor vivariense: es su ancestral historia cuajada en solera; es la piedad y devoción, es el pueblo penitente en rogativa, el Sagrario visitado por almas que saben sen­tir, la comunión de hombres del Jueves Santo... y hasta las personas mas tibias, que en esos santos días sienten como los buenos y adoran  las llagas del Crucificado.Y esto es todo para el verdadero cristiano. La devoción de los pueblos lleva siempre pegada en su corazón su manera de ser y de pensar. Al jolgorio sevillano y al grito levantado en las ventanas de la noche, yo prefiero la sencillez de la Semana Santa vivariense, donde se llora en silencio, las almas acompañan al dolor en el recogimiento del templo, y los corazones se abren en la estrechez de las callejuelas para dejar paso a la Dolorosa en una noche de soledad infinita