Pregón 1955 Imprimir

 

Ciudad de la pasión  
  
Luz Pozo Garza - Libro Pregón de 1.955  

¡Ay, el dolor sin regreso,
Dolor de Semana Santa
por las calles de Vivero!
Toda la ciudad parece
Sentir ternura de huerto.

El aire, todo de luto,
Se nos va poniendo espeso.
Desde el Domingo de Ramos
se han vuelto los ramos negros
y todo el ciclo litúrgico
se cierra como un convento.
Vienen de Jerusalén
bandadas de limonero
y aquel río que tuvimos
navega ahora por dentro.

¡Ay, corazón de Galicia,
con tu Dios herido y muerto.
Pascua de resurrección
acaecida en el tiempo,
quién pudiera abrir la rosa
de tu gozoso misterio!
Que venga el mar y nos lave
la sangre de nuestro cuerpo,
que venga el aire y renueve
el corazón y el cerebro
y nos ordene la estrella
dulcísimo del recuerdo.

En las calles antiquísimas,
donde hay esquinas sin tiempo,
la Pasión de Jesucristo
pone ternuras de viento.

 ¡Campesinos de los valle,
bajad con el Nazareno!
Vuestro corazón de trigo
Tendrá valor de lamento.

¡Ay ciudad de tradiciones
enhebrándose en el pecho!
La tarde se ha arrodillado
mientras pasa el Santo Entierro.
Y el Cristo de la Piedad
pesao con un peso eterno.

El aire, de tanta pena,
se va quedando despierto:
no pueden volar saetas
en donde es tan duro el viento.

¡Ciudad de las cuatro puertas,
encerrada entre lo cierto!
Si la ciudad fuese mía,
la pondría en un espejo
para que se contemplase
con toda su verdad dentro.
Si la ciudad fuese mía,
le colocaría un cerco
con cuatro puertas de plata
y cuatro puertas de hierro.

 

¡Ay, el dolor sin regreso,
dolor de Semana Santa
en las calles de Vivero!


   
Semana Santa grande en una ciudad pequeña 
Por Fernando Ferreiro - Libro Pregón de 1955
Yo no puedo  desatender el ruego del buen Presidente de la Comisión de Propaganda de la Cofradía   del  Santísimo Cristo de la Piedad, de enviarle en unas cuartillas, mis impresiones sobre la Semana Santa  vivariense. Con el honor que me concede, y  el honor obliga, están esmaltados en cariño, mi orgullo de pertenecer a la  Hermandad  de la Santa Cruz y la realidad de que el pasa-año presencié todas y cada una de las procesiones y ceremonias de Vivero.

Vivero, es en efecto, ciudad pequeña, pero   de   Semana   Santa   grande, en el sentido propio de exceder en importancia  a lo común y regular; el número de  actos religiosos que celebra  y  en   la   intensidad   espiritual con que los vive. Diríase que más que vivirlos,   comulga   con   ellos,   por   su unión íntima   y devota   con la Pasión que rememora.

Muchas veces y en diversos pueblos, sus respectivas Semanas Santas se  organizan en función de atracción o de turismo. En Vivero tal finalidad no es excluyente   y   ni  siquiera   importante. Sobre ella y muy por encima de ella,      se evocan  los tormentos y la muerte de Jesucristo, en ejercicio de penitencia, No hay en Vivero entonces, un  sufrir físico, innecesario desde que todas las Cofradías religiosas españolas sustituye­ron con los Hermanos de luz a los Hermanos de sangre, pero se padece moralmente, por la absoluta identificación con lo que vive y representa, llenándolo de arrepentimiento y propósito por to­dos los rincones del alma y de cánticos y oraciones, por todos los rincones de la ciudad. Porque reza así y reza mucho, soporta risueñamente Vivero, con esa alegría peculiar que le caracteriza, la aflicción de revivir el Drama de Jesús. Sabe que, en fin de cuentas, sólo cuan­do falta la oración, el dolor es agrio y duro.

Por eso, los vivarienses en Semana Santa, convierten su ciudad en templo y sus calles y plazas en lugares de culto público a la Divinidad. En este orden, yo no podré olvidar nunca, cuando miré la dulce belleza de la ría dormida, el reflejo de aquél rosario de puntos luminosos de que eran portadoras, en la noche del Viernes Santo del año pasado, todas las señoras y señoritas de Vivero, acompañando a la Cruz desnuda. La lema de nuestra cofradía, y aún de los hombres... Que otro sería el porvenir de las almas, si todas pensáramos en ser  «siempre más y siempre mejor», en nuestras bondades, en nuestra devo­ción,  en nuestra caridad, en nuestro amor a la patria y a la familia .. Así fue, bajo ese lema, como se hizo nuestra cofradía, y así sigue labo­rando, «siempre más y siempre mejor», y del entusiasmo de un grupo de devo­tos, nació un día la cofradía del Santísimo Cristo de la Piedad de Vivero, con medios escasos, pero con tesón y fe, que todo lo pueden, y así, cada año más y cada año mejor, fue perfeccionando sus procesiones, enriqueciéndolas, dándoles valor y solera, todo ello sin olvidar la primitiva aspiración ya satisfecha de que la imagen titular figu­rara en la parroquia, para recibir culto, en marco adecuado.Yo recuerdo, siempre con agrado, aquella primera vez que contemplé des­filar ante mi casa las procesiones de la cofradía; tenía entonces la retina llena de mis procesiones levantinas y, pese a ello, me agradó el estilo, la calidad que latía dentro de todo aquello, y pron­to me dejé atraer y me sumé con entu­siasmo al benemérito grupo de vivarienses autores del milagro, y fui uno más entre ellos, y aporté mi modesta y fer­vorosa colaboración y gocé con ellos al ver como nuestra cofradía iba cada año a más y mejor.

Hermanos cofrades de la Piedad, cuando este año, en la solemnidad del Viernes Santo, lancéis a la calle la ma­ravilla de vuestro desfile religioso, no dudad que yo, en espíritu, estaré con vosotros, que os acompañaré en el claustro de S. Francisco a organizar el complicado desfile, y que luego a lo largo del recorrido de la procesión, andaré como una sombra, vigilando, celando, porque todo funcione, pen­diente del orden, de la luz, de la devo­ción, y que, luego, mi voz lejana se unirá a la vuestra en una salve de acción de gracias, y seré uno más a pedir, que la fe y la ayuda de todos sigan permitiendo que la cofradía vivariense del Santísimo Cristo de la Piedad, siga firme en su le­ma de «SIEMPRE MAS Y SIEMPRE MEJOR».