Pregón 1956 Imprimir

  
Via Crucis de Viernes Santo en Viveiro  
  
Antonio Luis Crespo Prieto - Seminarista  
No  siempre se puede celebrar la Semana Santa en nuestras villas y pequeñas ciudades con el esplendor y lujo ni tampoco con la elegancia con que se celebra en las grandes capitales españolas como Sevilla, Valladolid y otras que son como el prototipo de la Semana Santa en España, síntesis de fe, religiosidad y fervor; pero como los españoles de fe y raigambre católica no viven tan sólo en las grandes poblaciones, sino que se encuentran, en mayor número quizá, en el campo, en la «marina» y en los pueblos, también con fervor profundo y con piedad sincera se conmemora el Viernes Santo en estos lugares apartados del bullicio, con un Via-Crucis lo más solemne posible, por las calles o por el mismo templo parroquial.


Vivero, pequeñita ciudad gallega, conservadora de recuerdos y tradiciones tan antiguas como su Landro, su playa y su mar, quiso, con los restos de una Sema­na Santa Franciscana-Domínica, acaso la más antigua de Galicia, construir una nueva Semana Santa grandiosa y superior a lo que nadie pudiera pensar. Pero Vivero, así como es de espíritu emprende­dor como el dilatado horizonte de su Cantábrico, sabe también ser humilde como le enseña su estrecho valle conductor de un río hacia la inmensidad de los mares; por eso al reorganizar su Viernes Santo quiso y supo contentarse con su condición de pueblo gallego y español, de tal modo que el Viernes de su Semana Mayor es hoy un verdadero y grandioso Via-Crucis plenamente vivido desde la mañana hasta la noche, y, sobre todo, desde el Prendimiento hasta la Soledad.

   
Hoy Vivero, después de la laudable reforma de S. S. Pío XII imprimió a la Liturgia Sagrada, tendrá que variar su horario y hasta quizá el orden de su Vía-Crucis; pero ese Via-Crucis será el mismo en su esencia y en su intrínseco valor emo­tivo y espiritual, a pesar de todos los cambios.

Comienza el Viernes Santo en Vivero con el Santo Encuentre, escena típicamen­te gallega, porque solo en Galicia se celebra y se valora cuanto se merece, y de una antigüedad inmemorial; esta estampa nos hace meditara lo vivo las nueve prime­ras estaciones del Santo Via-crucis: no es el Encuentro un simple sermón, sino la estampa en que se ve la realidad del sufrimiento del Mártir del Gólgota y en la que se aprende a llorar y a amar; aquí aprendieron todos los vivarienses como pesaba el madero de Jesús, y todos saben sentir el dolor de María porque año tras año ven llorar a la Virgen de los Dolores, la    Madre   que,    fuera   de   estas   fechas solemnes, condignamente desde su altar de la Orden Tercera, espera, recibe y atiende la visita de sus queridos vivarien-ses, todo cuanto pueda expresar mi pluma de principiante acerca de este elocuente y fervoroso acto, sería muy poco, comparado lo que es en sí.

Pero el Via-Crucis no se acaba aquí: Vivero no quiere nuevamente despojar de sus ropas al Señor y clavarle en una Cruz; por eso, para recordar estas estaciones se contenta con lo que la Iglesia pone a nuestra consideración al comienzo de la Misa cuando descubre la Santa Cruz.

Todavía continúa ese Via-Crucis cuan­do en la Plaza Mayor, mediante las Siete Palabras, se recuerda la agonía y la muerte del Señor.

Por último en la Plaza de Santa María se contempla cómo Cristo bajado de la Cruz es puesto en los brazos de la Madre que   llora...    Llorad   sí   Madre   afligida,llorad sobre el cuerpo muerto y ensangren­tado de vuestro Hijo y lavadlo con vuestras lágrimas para que esa sangre cuajada, fundida con las lágrimas de una Madre que es amor, sea el último sacrifi­cio que consume nuestra redención!..- Y, primero ya se encuentra en la XIV estación. Basta la imagen del Santísimo Cristo yacente que desfila en el Santo Entierro para mover a lágrimas y a contricción  al  corazón  más    duro   y    más   frio pero, detrás de este cortejo fúnebre va también una mujer enlutada, triste y afligida.... Si, es Ella, la Madre, la que después de cerrado el sepulcro se queda sola, muy sol y, allí se sentará en una piedra a \u puerta del monumento desde donde  se divisa  el  Calvario  ¿Quien la acompañará en su dolor? Es entonces cuando dice: «¡Oh vosotros, todos los que transitéis por los caminos, paraos y ved sí hay dolor semejante al mío..» y María recordará todo y tratará de contar su pena a Vivero y a si misma; se imagina como seria el Prendimiento de su Hijo y le parecerá estar viendo a Judas como le besa y como un sayón ata las manos, y de esta manera seguirá con toda la Pasión, que será interrumpida mil veces con la imagen que tiene delante de los ojos, ya sea la de Jesús crucificado y agonizando, ya la de Jesús muerto entre sus brazos de Piedad; y ahora no le queda otro consuelo que mirar a la Santa Cruz Desnuda que allá en la lontananza corona la cumbre del monte. «¡Oh madre afligida, profundo mar de penas! Hoy tus hijos de Vivero sabrán acompañarte en el regreso a tu hogar; no será solo San Juan y las Santas Mujeres quienes sepan consolarte en tu dolor, será también un pueblo que por tuyo lo tomaste cuando posaste sobre él tus plantas virginales convirtiéndolo en «VAL-DEFLORES»