Pregón 1957 Imprimir

La cruz Procesional de Santa Maria del Campo  
  
Juan Donapetry  
En los quince primeros siglos de la Iglesia no se hicieron cruces procesionales, porque se empleaban también para este uso las cruces de altar; la construcción hecha ex­profeso de cruces procesionales, data de los siglos XV y XVI y se colocaban en una larga asta para que, enhiestas, al frente de las procesiones, sirvieran de guía a los fíeles, simbolizando en esta forma la vida del cristiano que debe ir tras la cruz de Cristo.

Entre las joyas que se guardan en las iglesias vivarienses, merece destacarse,—por su riqueza y valor artístico,—la magnífica Cruz Procesional de Santa María del Campo, una de las más hermosas de Galicia. Fue labrada en el siglo XVI-y restaurada en dos ocasiones: la primera en el siglo pasado, por un platero llamado Corujo, que hizo el nudo, imitando otro antiguo, y la última en los primeros años del siglo actual, por un artista aragonés, que residió algún tiempo en Vivero.

La Cruz Procesional de Santa María del Campo es flordelisada, con follajes platerescos, de brazos casi igua­les, sobre nudo exagonal apoyado en un tronco de pirá­mide, también exagonal, el nudo está formado por dos cuerpos arquitectónicos, con vanos semicirculares de tri­ple ajimez, y torreoncillos cilindricos en los ángulos, ter­minados por capiteles cónicos, agudos, y coronados ambos cuerpos de fina crestería ojival; el cuadro central está guarnecido por la misma crestería y tiene cuatro queru­bines en las esquinas; en el anverso lleva el Cristo, clavado con tres clavos, y en el reverso, la Virgen, con corona floreada, de pie, con el Niño desnudo.

Veamos quien fue el autor de esta verdadera filigrana del arte plateresco.
   
Juan Ares Vizoso, Regidor y procurador de Santa María del Campo, cuyo blasonado sepulcro se halla en este templo, se concertó el año 1561, con el platero Pedro Rodríguez Blanco, vecino de la ciudad de Lugo, por ante el Escribano Alvaro Rodríguez, para la hechura de la cruz argéntea de la iglesia parroquial, con arreglo a la traza presentada por el orfebre, al cual entregó cierta cantidad de plata

Terminada la cruz, se personó Pedro Rodríguez Blanco en Vivero y el día 29 de Mayo de 1562, requirió a Juan Ares Vizoso, para que la recibiese, pesase con él y le abonase la hechura y la plata, que había añadido a la entregada.
Juan Ares Vizoso mostró gran contento y satisfacción de recibir la cruz, quedándose maravillado de su belleza y perfección, y nombró como pesador a Lope da Veiga, argentario y fiel contraste de la villa. La operación de pesar la cruz se realizó en presencia de Luis Pérez, Cura de la iglesia de Santa María del Campo; Alvaro de Labrada de Lago, procurador a la sazón de la misma; Alonso Vázquez de Cabarcos, Francisco Pérez de Valcárcel, Pedro Fernán­dez del Trexo, Sebastián de Barreiro y Fernández Amigo, clérigo, todos vecinos de la feligresía, actuando como tes­tigos, Alonso López Galo y Rodrigo González, tundidor, vecinos de la villa, por ante el Escribano Luis Pardo de Vaamonde.

Lope de Veiga procedió a pesar la cruz de esta mane­ra: el pie pesó "quince marcos e dos onzas e media e más un real", equivalentes a poco más de tres kilogramos y medio; "los brazos y Cristo e Maria y otros llanos e rotulo con sus cuadrados" pesaron "diez marcos y seis onzas" o sea: algo menos de dos kilos y medio, y el total de la cruz pesó "veinte y seis marcos u cinco reales", que son seis kilogramos corridos.

La plata de la cruz estaba contrastada, en el pie y aspa, con i la marca de la ciudad de Lugo, por Juan Gontariz, persona nombrada para contrastar la buena plata en dicha ciudad, y sellada también por Pedro Rodríguez Blanco.

Juan Ares Vizoso y Alvaro de Labrada hicieron al pla­tero la observación de que el pie o nudo de la cruz, que era "todo entero clavado y no se podía desclavar sin hacer mucho daño en la dicha cruz y pie de ella", pudiera contener cobre u otro metal inferior a la plata, pero a esto contestó Pedro Rodríguez Blanco "que no llevaba otra cosa sino toda plata y la clavazón y todo", y para seguridad de ello comprometió sus bienes y rentas, obligándose a pagar las costas y daños, en el caso de que se hallasen en la cruz otros metales que no fueran plata, y con esta condición la cruz fue recibida por los mencionados señores en nombre de todos los feligreses.

De la honradez y competencia de Pedro Rodríguez Blanco, podemos juzgar por el hecho de que dos años después, el 13 de Noviembre de 1564, se le encargó otra cruz para la iglesia de Santa María de Viveiró (Muras), imponiéndole la condición de que "la aspa será como la de la cruz de Nuestra Señora de la villa de Vivero" y se le abonaría por la hechura de la misma a razón de treinta y cinco reales por cada marco de plata.