Vivero y su Semana Santa Antonio Prados Ledesma He oído alguna vez que la Semana Santa de Vivero es la mejor de Galicia. Puede que lo sea. No lo sé. Ademas, ¿por qué tendría forzosamente que serlo? Basta con que sea maravillosa.Y esto, sí. Lo es. Y mejor que maravillosa, magnífica en perfecto realismo, profunda y humana su tremenda fidelidad. Yo creo en la sencillez de lo grande. Reducir lo cósmico a los límites precisos de un corazón, leer carne palpitante lo infinito, humanizar lo inasible dándole un perfil exacto, ¿No es esto todo? Unanimidad Geográfica Quizás nos falte el cielo alto y duro y el suelo torturado de Castilla. O la luz Orgiástica del Sur. Pero tenemos la unción, doble unción de la tierra y las almas. Nos falta también el apasionamiento aristado, la efervescencia clamorosa y dramática del Mediterráneo. Pero poseemos la hondura y serenidad. Aquí todo es leve y sencillo: leves la luz, el árbol; leves la piedra y el agua. Leve y suavísimo el cielo. Tierras de verde capuz, sin estridente color o de forma, de una inocen-cia prístina, profundas y sensitivas. Frente a todo lo que nos lleven los demás, Galicia tendrá siempre a su favor su suavidad y su euritmia, su contorno grácil, su tener a Dios cerca. Y con ello, su tremenda capacidad para la ternura, su alma fragante y a flor de piel. Así llegamos al hombre. ¿Geografía: hombre? Sí. La geografía es el hombre. Y mejor al revés: el hombre es la geografía. Si tuviéramos que expresar alguna vez el alma de Vivero, el elemento autóctono de Vivero, nos bastaría contemplar su paisaje. Vivero es un pue- blo bonito, con los pies en la tierra y la frente en el mar. Pino y ole. Todo lo que pueda ser dureza y extraversión, pasión de hélice, queda limitado por el pino. El pino es el ancla y el rezo. Horizontalidad del agua y del cielo pastoreada, ceñida, por la vertical del árbol. Vocación de Cruz. Así nos queda este vivariense magnífico, en anchura y profundidad, siempre de pie en la conjunción ideal del pino y le espuma. Quiero decir: en le exacta tendencia de todo lo bello.
Yo diría que el grado de madurez de un pueblo radica en su capacidad de emoción. El canto y el rezo son siempre actitudes de cima. Como la risa. Saber reír es tener el corazón limpio de sombra. Vivero ríe y se regocija en sus fiestas profanas, y se arrodilla y ora ante su Virgen angustiada y en sus Cristos cárdenos y agonizantes.Gentes de alma de flor, aptos para todo lo noble. Espíritus selectos, crecidos, enormemente densos. ¿Más? Hombres y geografía. Paisajes tiernos y gráciles. Corazones hondos y luminosos. Pinos sensitivos como arpas Comunión estética de la tierra y las almas. Pasión de luz ¿Veis ahora por qué Vivero tiene una emana Santa tan bella? Viernes Santo Ha pasado momentáneamente el Vi-vero polícromo de las fiestas domingueras y las tarjetas de turismo. Y con él, los linos balandros de velas puntiagudas y los trajes multicolores. Ha huido la voz para que quede la emoción. Está mudo el casal. Un silencio ancho y pesado como manto de lana arropa los corazones. Es Viernes Santo. A las tres de la tarde Cristo morirá como lodos los años en la Plaza de Pastor Díaz, mientras el predicador desgrana emocionadamente Las Siete Palabras. Después, el Descendimiento en Santa María. Y el Santo Entierro. Y Los caladíños, en la noche lenta y sin estrellas... Es como si todo el dolor de la Creación nos llegara desde los cuatro puntos de la rosa. Porque Cristo agoniza aquí casi de verdad Se le ve caer, pasar muriendo, por las calles estrechas y atónicas, bajo un cielo terrero y plomizo. Se ven sangrar sus rodillas y su frente. Y cuando el predicador pronuncie la última palabra: Consummatum est, todo está consumado, Dios habrá muerto casi realmente. Agonía humana. Dolor humano y ultrahumano de las espinas y la Cruz. Sangre sagrada y casi fresca del rojo clavelón del costado. Drama glorioso del Golgota, repetido fielmente cada año en un bello pueblo gallego de cielo semivelado y líneas delgadas como un hombro de mujer. Un bello pueblo sentimental y poeta que ha escalado su vértice.
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