Pregón 1998 Imprimir

  
La Semana Santa vivariense: un abrazo amoroso entre la Fé y la Cultura
  
  
Mario Vázquez Carballo ( Licenciado en Teologia )  
Con gozo, accedo a la petición de la «Xunta de Cofradías viveirense», con esta sencilla aporta­ción para la revista «Pregón». Cuando en Febrero de 1997 fui invitado por la «Xunta de Cofradías» a impartir una conferencia para alentar en la fe al pueblo de «Viveiro» sobre un tema tan actual como «Creer en tiempos de zozobra», quedé impregnado de la espiritualidad de estas gentes y de esta tierra. Desde entonces, aunque, desde cierta lejanía, me unen lazos de amistad, de respeto y de admiración a un pueblo que puede presumir de ser la cuna de la primera Semana Santa de Galicia.

En «Viveiro», lo sacral y lo secular, la fe y la cultura, la espiritualidad y el arte, la vida y la muerte, se funden en un abrazo reconciliador, desde tiempos ricos en costumbres y tradiciones, que han sellado para siempre la historia y la exis­tencia presente de un pueblo que tiene el espíritu impregnado de los misterios de la Semana Santa.

 

La Semana Santa se ha convertido,-en la sociedad actual, en una ocasión de movilidad tre­pidante. Es como una válvula de escape que busca la tranquilidad del campo y de la playa. La deshu­manización de la ciudad, la monotonía del ritmo de trabajo, la carencia de zonas verdes en las grandes ciudades, convierten el tradicional tiem­po de descanso celebrativo y sacral de una socie­dad rural, en una necesidad de huida masiva con gran movilidad urbana. Para el hombre contem­poráneo, el descanso es una necesidad y una oportunidad.
   
En este contexto, cuando la Semana Santa abre de nuevo sus puertas a los misterios de lo divino y de lo humano, coincidiendo con el prima­veral renacer de la naturaleza, la Iglesia celebra sus Fiestas Mayores. Fiestas Mayores que, en «Viveiro», adquieren el carácter de Interés Turísti­co Nacional porque, allí, no sólo se pueden ad­mirar auténticas joyas tales como la Iglesia de Sta. María del Campo o los Conventos de Valdeflores y de S. Francisco, sino, y sobre todo, porque allí, el espíritu humano que acude a «Viveiro», durante la Semana Santa, buscando la posibilidad de un encuentro con lo transcendente, sin duda lo podrá hallar.

En «Viveiro», el visitante podrá experimentar y admirar, profundas manifestaciones religiosas rebosando lirismo y hablando silenciosamente en la Procesión de «Os Caladiños», a la luz de la velas que iluminan las angostas calles amuralladas; inmensas filas de penitentes, cofrades y espectadores activos que aprenden a mirarse en los bellos pasos de Jesús Crucificado, de la Cena, del Cristo Yacente en la Procesión del Santo Entierro, del Cristo de la Agonía en la noche del Miércoles Santo o en los bellísimos detalles de la imágenes que forman el grupo escultórico de las Siete Pala­bras. Y todo ello, bajo los acordes de la Banda Municipal y los redobles de tambores que marcan el ritmo a los costaleros.
Manifestaciones religiosas entremezcladas con profunda devoción y turismo, con cultura y arte popular, con tradiciones, costumbres y mo­dernidad. Todo ello, camina junto durante la Se­mana Santa viveirense en perfecta armonía. Cada vez comprendo menos ese afán puritano, que emerge tanto de la sacralidad como desde la secularidad, y que se empeña en hacer incompatible la fe con la cultura, lo cristiano con lo popular, el arte con el fenómeno religioso y el descanso y el tiempo libre con la experiencia espiritual de los misterios que la Semana Santa entraña. En reali­dad, tanto en Viveiro como en el universal catoli­cismo, siempre fueron valores inseparables y, así como las más bellas obras de arte están impreg­nadas de expresividad religiosa, también el des­canso y las vacaciones, en la llamada sociedad del ocio, brotan de lo más original de la religiosidad católica y del cristianismo.

La Semana Santa de Viveiro es un perfecto escenario para reconciliarnos con los mejores y más nobles valores humanos. Puede ser una buena ocasión para el descanso pacificador del espíritu y para la serena unificación de una exis­tencia equilibrada y armónica. Entronca con la necesidad y con la capacidad festiva y celebrativa del ser humano y adquiere una nueva dimensión a la luz de la Pascua del Señor, que da sentido al domingo como conmemoración de la liberación del pecado y de toda opresión personal y social. La Iglesia recuerda en Semana Santa que es bueno dedicar un tiempo a lo sagrado, a la memoria del Misterio de Dios, a la celebración de los aconteci­mientos fundamentales de nuestra fe. La Semana Santa es memoria viva de que el hombre es más que trabajo, negocio y producción. Es memoria de que también, y fundamentalmente, el ser humano está llamado a existir y a dignificar su paso por este mundo gozando del ocio, del descanso y de lo celebrativo.

El viveirense se siente portador agradecido de una fe heredada que hay que mantener encen­dida, de una paz interior que necesita escenificar por sus angostas calles, de un arte que saca a la luz en su Semana Santa, para que los visitantes purifiquen sus miradas, gozen de las celebraciones y santifiquen el tiempo, contemplando bellezas de una naturaleza virgen que  los habitantes de esta tierra se empeñan en proteger  y conservar con respeto y admiración.

En Viveiro, se puede respirar cuando la  Virgen de la Soledad sale del Templo de Santa María, cuando el Paso de la Cena atraviesa la Plaza Mayor ante la mirada expectante de multitud, o cuando el pueblo acude a presenciar la representación del Encuentro al amanecer luminoso de la mañana del Viernes Santo. Allí entra  uno consigo mismo y redescubre espacios de silencio en medio de una atmósfera de transcendencia. En Viveiro, en esta Semana Santa, Dios sale de nuevo a nuestro encuentro. Preparemos adecuadamente nuestro ser para que Él pueda quedarse para siempre.  Que Dios bendiga a los viveirenses y a todos los que en la Semana Santa  de 1998 visiten tan noble y espiritual ciudad.